Amor por el fútbol.
No concebía la vida
sin un balón. Si alguien no sabía en que lugar se encontraba, se
preocupaban porque no lo tenían en la mira, pero no de lo que podría
estar haciendo: todos tenían claro que estaba jugando fútbol.
Mágico desde niño.
La habilidad para jugar al fútbol la llevaba desde que era un niño.
Cuenta que jugaba con los amigos de su hermano mayor, que llegaban a ser
hasta ocho años más grandes. "Mi hermano me llevaba a jugar con sus
amigos y ellos querían que yo estuviera en su equipo. Eran bastante
mayores que yo", relata.
Las apariencias engañan.
Cuando era niño su físico
no hacía pensar que se traba de un chico con condiciones bárbaras para
jugar al fútbol. Era gordito, bajito y su sonrisa, según relatan, era
muy inocente. Ese mismo niño al que todos veían hasta con ternura, se
transformaba cuando se ponía pantalones cortos y se iba a entrenar al
Atlético Benamiel Club de Fútbol, su primer equipo formal.
Dejó huella en el Atlético Benamiel Club de Fútbol.
Comandó a su equipo a muchísimos títulos en torneos nacionales. La
diferencia entre él y sus compañeros/rivales se veía a kilómetros. El
profesionalismo estaba lejos, pero fue en su pueblo donde comenzó a
reunir gente en una cancha de fútbol exclusivamente para verlo jugar.
"Aquí venía gente, a ver exclusivamente a Isco, que no eran aficionados
del Atlético Benamiel", cuenta Salvador Borges, su entrenador en aquel
club.
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